Publicado en el Blog Reflexiones sobre Bioética: http://isabelviladomiu.blogspot.com/
el 13 de Julio de 2010
Veíamos un telediario, en una de las múltiples cadenas televisivas, cuando el presentador anunció la entrada en vigor de la nueva ley del aborto. Lucía, que sólo tiene 9 años y medio, estaba con nosotros e inmediatamente me miró para preguntarme ¿qué dicen del aborto? Me quedé perpleja, pues hay preguntas que uno se las espera, pero de una niña que empieza a salir de su niñez, nunca. No dudé en explicarle que una ley va a permitir a una mamá acabar −no quise utilizar el verbo matar− con su hijo, que antes era un delito por el que ibas a la cárcel, pero que ahora no va a ser así.
No acabó aquí nuestra conversación, pues animada le pregunté, pero ¿tú sabes lo que es un aborto? Contestó segura y rápida, “sí que lo sé”. Me explicó “cuando una mamá tiene un hijo en su barriga y no lo quiere, va al médico y el médico se lo arranca”. Inmediatamente dijo: “esto no se debe hacer”. No daba crédito a lo que estaba pasando, una preciosa niña de nueve años demuestra que conoce, sabe y enjuicia con claridad lo que es un aborto. Estoy segura que su madre le ha explicado, preocupada por el ambiente que nos invade, los intríngulis de la vida sin deformaciones, pero dudo que le haya explicado la violencia y el terror del aborto que ya conoce, como bien demostró en nuestra conversación. El razonamiento de esta niña fue irrefutable y lógico. Si comparamos su juicio certero con otros emitidos desde Parlamentos, Tribunales Constitucionales y demás instituciones que hacen del aborto un derecho, uno se queda descolocado por la sencillez de una niña ante la verdad. Sus razones son objetivas y claras porque entiende el hecho: el que está en la barriga de la mujer es su hijo.
Juan Manuel de Prada escribió en ABC, el pasado 5 de julio, que el aborto sólo podrá detenerse si se logra una verdadera «metanoia», un cambio o conversión social, que él remite al testimonio contagioso de las personas que acojan amorosamente la vida, que prediquen con el ejemplo y muestren el inmenso bien que esos hijos traen al mundo. La joven protagonista de esta reflexión está inmersa en este cambio, es la mayor de seis hermanos, el último se está gestando, no se ve, pero ya cuenta. En su razonamiento sobre el aparecen sin saberlo sus padres, sus hermanos, las formas de tratarse, lo pequeño de cada día. Todo se prepara en su cabeza y corazón para realizar el juicio más certero de nuestros días: lo más valioso de este mundo es cada vida humana, cada hombre. Esto no es una idea, es una verdad que se vive y se transmite en la familia. A la necesidad de ser reconocido y acogido corresponde la misma capacidad de acoger y reconocer a los demás el día de mañana, o lo que es lo mismo, de ser respetado a la capacidad de respetar.
el 13 de Julio de 2010
Veíamos un telediario, en una de las múltiples cadenas televisivas, cuando el presentador anunció la entrada en vigor de la nueva ley del aborto. Lucía, que sólo tiene 9 años y medio, estaba con nosotros e inmediatamente me miró para preguntarme ¿qué dicen del aborto? Me quedé perpleja, pues hay preguntas que uno se las espera, pero de una niña que empieza a salir de su niñez, nunca. No dudé en explicarle que una ley va a permitir a una mamá acabar −no quise utilizar el verbo matar− con su hijo, que antes era un delito por el que ibas a la cárcel, pero que ahora no va a ser así.
No acabó aquí nuestra conversación, pues animada le pregunté, pero ¿tú sabes lo que es un aborto? Contestó segura y rápida, “sí que lo sé”. Me explicó “cuando una mamá tiene un hijo en su barriga y no lo quiere, va al médico y el médico se lo arranca”. Inmediatamente dijo: “esto no se debe hacer”. No daba crédito a lo que estaba pasando, una preciosa niña de nueve años demuestra que conoce, sabe y enjuicia con claridad lo que es un aborto. Estoy segura que su madre le ha explicado, preocupada por el ambiente que nos invade, los intríngulis de la vida sin deformaciones, pero dudo que le haya explicado la violencia y el terror del aborto que ya conoce, como bien demostró en nuestra conversación. El razonamiento de esta niña fue irrefutable y lógico. Si comparamos su juicio certero con otros emitidos desde Parlamentos, Tribunales Constitucionales y demás instituciones que hacen del aborto un derecho, uno se queda descolocado por la sencillez de una niña ante la verdad. Sus razones son objetivas y claras porque entiende el hecho: el que está en la barriga de la mujer es su hijo.
Juan Manuel de Prada escribió en ABC, el pasado 5 de julio, que el aborto sólo podrá detenerse si se logra una verdadera «metanoia», un cambio o conversión social, que él remite al testimonio contagioso de las personas que acojan amorosamente la vida, que prediquen con el ejemplo y muestren el inmenso bien que esos hijos traen al mundo. La joven protagonista de esta reflexión está inmersa en este cambio, es la mayor de seis hermanos, el último se está gestando, no se ve, pero ya cuenta. En su razonamiento sobre el aparecen sin saberlo sus padres, sus hermanos, las formas de tratarse, lo pequeño de cada día. Todo se prepara en su cabeza y corazón para realizar el juicio más certero de nuestros días: lo más valioso de este mundo es cada vida humana, cada hombre. Esto no es una idea, es una verdad que se vive y se transmite en la familia. A la necesidad de ser reconocido y acogido corresponde la misma capacidad de acoger y reconocer a los demás el día de mañana, o lo que es lo mismo, de ser respetado a la capacidad de respetar.
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