Corren tiempos de cambio. Pasamos de una sociedad comunitaria a una sociedad de “singles” donde el individualismo y la autonomía moral son los referentes. Los cuidados del paciente dependiente pasan del ámbito familiar al de los servicios sociales. La limitación progresa, la dependencia se hace completa, aparece el deterioro cognitivo y con frecuencia se asocian alteraciones del comportamiento.
Se plantea ¿Dónde esta la “calidad de vida”? ¿Dónde la dignidad humana?. Aparecen entonces con fuerza palabras como muerte digna y eutanasia.
Cuando una sociedad, cuando todos y cada uno de nosotros, perdemos las referencias éticas y frente a la cultura de la vida se implanta la cultura de la muerte, desaparece el valor de la vida humana, digna desde la concepción hasta la muerte, y se desarrolla el utilitarismo, donde cada uno vale en función de lo que uno puede producir. Dicen los economistas “solo el necio confunde valor y precio”. En los tiempos que corren son muchos los necios que valoran a cada hombre o mujer por lo que puede hacer y no por lo que es. Aparece una defensa a ultranza de la dignidad de la muerte, perdiendo de vista que lo importante es defender la dignidad de la vida. Todos nacemos dependientes y muchos al final de la vida presentan dependencia completa. Pero todos y cada uno tenemos un vida a desarrollar que podemos cuidar y cultivar, aún en aquellas situaciones más limites donde parece que la humanidad, la dignidad, la vitalidad se ha perdido.
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