Publicado en el Blog de Agustín Losada: bioeticahoy.com.es
Al hilo de la entrada del otro día, he encontrado un interesante artículo de Richard Dawkins, catedrático de la Universidad de Oxford. Su último libro es "Evolución. El mayor espectáculo sobre la Tierra". Este profesor critica las bases contrarias al aborto sobre las que se sustenta el anuncio de Tim Tebow con el siguiente argumento: "Si se sigue hasta el final la lógica ‘pro-vida’, una mujer fértil es culpable de algo equivalente a un asesinato cada vez que rechaza una oferta de copulación."
El mismo autor reconoce la debilidad de su argumento, al indicar lo siguiente:
"Los apologistas religiosos no se dejan impresionar por este tipo de argumentos, porque en primer lugar, dicen, hay una diferencia entre suprimir una vida que ya existe (como en un aborto) y dejar de concebir una vida (que no existe). Sin embargo se trata de una distinción que el pensamiento analítico no soporta. Considerémoslo desde el punto de vista de, digamos, la hermana no nacida de Tim, que habría sido concebida dos meses después si Tim hubiera sufrido un aborto. Desde luego, no le es posible quejarse de su no-existencia. Pero si Tim hubiera sufrido un aborto tampoco él habría podido quejarse de su no-existencia. Se necesita un sistema nervioso para poder quejarse, arrepentirse o desear, o sentir dolor, o echar en falta la vida que se podría haber tenido. Los niños no concebidos no tienen sistema nervioso. Los fetos abortados tampoco. Por lo que respecta a lo que aquí interesa, un feto abortado tiene exactamente el mismo status moral y mental que cualquiera de los innumerables billones de bebés no concebidos. Por lo menos, es cierto con respecto a los abortos tempranos, es decir, la gran mayoría"
He subrayado la clave de la argumentación de este profesor: La existencia o no de sistema nervioso es lo que, según él, da estatus de persona a un embrión. Obviando con ello la evidencia científica de que un ser humano comienza su existencia desde el momento de la fecundación. Para él, un embrión no tiene existencia. Es tan inexistente como un potencial hijo. Y por tanto, igualmente prescindible.
Sin embargo, el ser humano, cada persona, tiene una dignidad intrínseca, que nadie tiene derecho a pisotear. La vida humana comienza en el momento de la fecundación de un óvulo por un espermatozoide. Podría ser cualquier otro ser, pero resulta ser ese en particular, entre los millones de posibilidades de combinaciones genéticas posibles. Ese cigoto inicial contiene toda la información precisa para desarrollarse según un plan previamente fijado. A partir de los 18 días, el cerebro comienza a desarrollarse, formando las células nerviosas que más adelante darán lugar a las neuronas. No por ello se puede afirmar que el cerebro no exista. Está ya contemplado desde la primera célula, el cigoto inicial. Por tanto, pretender que tenga el mismo valor un embrión que un posible hijo que se hubiera llegado a concebir si hubiera habido encuentro sexual de los padres en base a este argumento es de todo punto absurdo. Y coloca al citado profesor en la categoría de demagogo, más que de científico.
Al hilo de la entrada del otro día, he encontrado un interesante artículo de Richard Dawkins, catedrático de la Universidad de Oxford. Su último libro es "Evolución. El mayor espectáculo sobre la Tierra". Este profesor critica las bases contrarias al aborto sobre las que se sustenta el anuncio de Tim Tebow con el siguiente argumento: "Si se sigue hasta el final la lógica ‘pro-vida’, una mujer fértil es culpable de algo equivalente a un asesinato cada vez que rechaza una oferta de copulación."
El mismo autor reconoce la debilidad de su argumento, al indicar lo siguiente:
"Los apologistas religiosos no se dejan impresionar por este tipo de argumentos, porque en primer lugar, dicen, hay una diferencia entre suprimir una vida que ya existe (como en un aborto) y dejar de concebir una vida (que no existe). Sin embargo se trata de una distinción que el pensamiento analítico no soporta. Considerémoslo desde el punto de vista de, digamos, la hermana no nacida de Tim, que habría sido concebida dos meses después si Tim hubiera sufrido un aborto. Desde luego, no le es posible quejarse de su no-existencia. Pero si Tim hubiera sufrido un aborto tampoco él habría podido quejarse de su no-existencia. Se necesita un sistema nervioso para poder quejarse, arrepentirse o desear, o sentir dolor, o echar en falta la vida que se podría haber tenido. Los niños no concebidos no tienen sistema nervioso. Los fetos abortados tampoco. Por lo que respecta a lo que aquí interesa, un feto abortado tiene exactamente el mismo status moral y mental que cualquiera de los innumerables billones de bebés no concebidos. Por lo menos, es cierto con respecto a los abortos tempranos, es decir, la gran mayoría"
He subrayado la clave de la argumentación de este profesor: La existencia o no de sistema nervioso es lo que, según él, da estatus de persona a un embrión. Obviando con ello la evidencia científica de que un ser humano comienza su existencia desde el momento de la fecundación. Para él, un embrión no tiene existencia. Es tan inexistente como un potencial hijo. Y por tanto, igualmente prescindible.
Sin embargo, el ser humano, cada persona, tiene una dignidad intrínseca, que nadie tiene derecho a pisotear. La vida humana comienza en el momento de la fecundación de un óvulo por un espermatozoide. Podría ser cualquier otro ser, pero resulta ser ese en particular, entre los millones de posibilidades de combinaciones genéticas posibles. Ese cigoto inicial contiene toda la información precisa para desarrollarse según un plan previamente fijado. A partir de los 18 días, el cerebro comienza a desarrollarse, formando las células nerviosas que más adelante darán lugar a las neuronas. No por ello se puede afirmar que el cerebro no exista. Está ya contemplado desde la primera célula, el cigoto inicial. Por tanto, pretender que tenga el mismo valor un embrión que un posible hijo que se hubiera llegado a concebir si hubiera habido encuentro sexual de los padres en base a este argumento es de todo punto absurdo. Y coloca al citado profesor en la categoría de demagogo, más que de científico.
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