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viernes, 7 de mayo de 2010

LAS CENIZAS Por José Manuel Belmonte (Dr. en Ciencias Humanas por la Universidad de Strasbourg, Francia; Asociado de CíViCa)

Con ser aterrador, las cenizas en el fondo de un lago suizo no me preocupan. Me preocupa más la falta de cenizas. No están, ese es el problema.
Las cenizas de más de 300 personas, víctimas de “suicidios asistidos”, son residuos de una sociedad. Las cenizas de esas víctimas de la “eutanasia”, se han encontrado, por pura casualidad, en ánforas o “urnas” arrojadas al fondo del lago. Un pescador se le cayó la sombrilla y se lanzó al agua. Al rescatar la sombrilla descubrió el cementerio clandestino, y dio la voz de alarma.
Me produce conmoción, que después de pagar, “nadie” haya reclamado esas cenizas. También, que la Clínica, pague a sus empleados un viaje por el lago, para “deshacerse de ellas”.
Llama la atención que empleados actuales y ex-empleados, lo consideren natural: Eso “se ha hecho siempre”; “me sorprende que no se hayan dado cuenta hasta ahora”.
Y por último, produce zozobra y desasosiego, que la clínica en que se ayuda a morir, “con la eutanasia asistida”, o “suicidio asistido”, se llame “Dignitas”. Me parece una perversión del lenguaje, del mismo calibre que llamar al “aborto”, “salud sexual y reproductiva e interrupción voluntaria del embarazo”.
Pero, en todo caso, las cenizas ahí están. Algo tremendo, pero lo que me preocupa es la falta de cenizas. Sí, en las clínicas suizas, en las de Estados Unidos, en las de China, las de toda Europa y también las de España. Eso es verdaderamente alucinante y es lo que yo quiero poner en su conocimiento y denunciar.
Me produce repelús no ya que haya “abortos”, o una ley que diga que la mujer tiene “derecho” a abortar libremente, sino que “no aparezcan las cenizas de esas criaturas”. Y no pueden aparecer por que “existe un tráfico de fetos humanos”. En muchos países del mundo son vendidos a la industria farmacéutica y a la industria cosmética. Atención señoras abortistas o no, se han preguntado ¿dónde están las cenizas de esas criaturas abortadas?.
No es una cuestión menor. Partiendo de que el dinero es cobarde y busca el secretismos y lo tapa todo, alguien tiene que tirar de la manta. Muchos se están forrando, al utilizar en su totalidad o en partes, fetos humanos. Hay incluso “bancos” de ellos. Pero no solo los productos del aborto, se utiliza como cobayas niños no natos, pero vivos. “No se trata de un secreto. Lo estamos haciendo desde hace varios años”, ha reconocido un doctor perteneciente a una de estas empresas.
Seguro que si las mujeres supieran esto, preferirían mil veces las arrugas a los cosméticos manchados de sangre.
Se está potenciando cada vez más la terapia celular, pero habría que exigir saber de dónde proceden y que te lo garanticen. Hasta ahora el “negocio” de las células madre estaba en países de legislaciones de mucha manga ancha. Pero la relajación moral se ha extendido. Ya no hace falta ir a Rusia, China, etc.
Ya se pedía su regulación aquí en 1988. Copio textualmente: “...los nuevos procedimientos terapéuticos que usan trasplantes o implantes de células u órganos embrionarios y la avanzada tecnología genética, así como la fabricación industrial de productos o sustancias de aplicación farmacéutica, preventiva, diagnostica, sustitutiva o terapéutica, abren un amplio campo de actuación con los embriones y los fetos o con sus materiales biológicos. Por ultimo, y sin agotar sus previsibles implicaciones, los abusos en la utilización de los materiales embriológicos o fetales, con tanta frecuencia difundidos por los medios de comunicación social, como puede ser el caso de su utilización con fines cosméticos, introducen la necesidad de una regulación actualizada” (Ley 42/1988, de 28 de diciembre)
Desde entonces hemos avanzado. Estamos peor en muchos niveles. ¡Hay que exigir las cenizas, por favor!.
El aborto, además de un engaño, es un comercio. ¡La mujer, lamentablemente sigue siendo utilizada! - ¡Madres, abrid los ojos!
Nota: Agradezco en la distancia, la colaboración extraordinaria de Emilia, de DAV Lugo.
Publicado en el Heraldo del Henares (02-05-10)

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